*Escrito por Rogelio Israel Zamora Guzmán.
Senador del Congreso de la Unión de México.
Hace un año, nos dirigíamos a la “Platz der Republik”, en Frankfurt, Alemania, con representantes de la Confederación de cooperativas de ahorro y préstamo de México (Concamex) que es el órgano de consulta y colaboración del estado para el diseño, difusión y ejecución de las políticas, programas e instrumentos para el fomento, consolidación, desarrollo de las sociedades cooperativas de ahorro y préstamo y sus federaciones en México, cuando alguien me comentó que a esa zona se le conoce como “Main-hattan”, una combinación de palabras derivadas del nombre del Río Main, en el que se localiza la ciudad, y Manhattan, el corazón de la Gran Manzana, en Nueva York, ambos, símbolos de la actividad financiera internacional. Frente a nosotros estaba ya el edificio sede del DZ Bank, el segundo banco más grande de Alemania por su tamaño de activos, pero el más grande si contamos el número de sus miembros. Ahí nos reuniríamos con su Co-CEO (Director del Banco) Uwe Fröhlich y sus colaboradores Florian Strassberger, Director Global de Administración de Bancos Internacionales y Bernward Vierheilig, su Procurador.
En el río Main, a menos de 4 kilómetros del Banco Central Europeo, el DZ Bank, Banco Central de los Bancos Cooperativos alemanes, se erige como un monumento a Friedrich Wilhelm Raiffeisen, que demuestra y recuerda que la economía social y las cooperativas no son una idea utópica, sino una realidad que compite con la banca tradicional, que ha demostrado resistir y mantener un mejor desempeño durante las crisis económicas y cuya evidencia prueba su resiliencia como una herramienta social para enfrentar crisis financieras, bancarias o económicas, como las que se han generado por el confinamiento y suspensión de actividades provocados por el covid-19.
Hace unos días, durante la glosa en materia de política económica, del segundo Informe de Gobierno del Presidente Andrés Manuel, hice un llamado respetuoso al ejecutivo federal, desde la tribuna del Senado de la República, para que la economía social fuera utilizada como una herramienta para hacer frente a la crisis económica que, en gran medida, se ha generado por la pandemia. Recomendación basada en los datos presentados en el rubro de “Economía” del informe que el presidente nos envió al senado, y en específico en el apartado “Panorama Económico”, en donde señala que en México se registró una contracción del 10.1% durante el primer semestre de 2020, respecto al mismo semestre de 2019, lo que coincide con las proyecciones del Banco Mundial.
La pandemia del coronavirus ha generado 2 crisis que deben atenderse con urgencia y en paralelo, la sanitaria y la económica. La historia y su análisis, en ambos casos, resulta ser un método efectivo y un excelente punto de partida para la búsqueda de soluciones.
En el plano económico, el antecedente que emerge como el rascacielos sede del DZ Bank, es precisamente el de la terrible depresión agrícola alemana de 1860. En ese entonces Raiffeisen, quién era un alcalde de una región muy pobre cercana a Koblenz, comenzó a proporcionar a los ciudadanos alimentos como una ayuda para los hambrientos agricultores y sus familias. Sin embargo, se dio cuenta que ese acto, aunque filantrópico y de caridad, no era efectivo y que, además, tampoco era sustentable. Muy pronto, comprobó que esas acciones no impulsaban a los ciudadanos a tener el control de sus propios destinos, así que fijó sus esfuerzos en dotarlos de la capacidad de lograrlo a través de 3 principios: La autoayuda, autoresponsabilidad y autoadministración; el vehículo que utilizó fueron las cooperativas, cuyo concepto modernizó como un modelo viable para impulsar el bienestar de la población rural.
El gran logro de Raiffeisen consiste en que utilizó a las cooperativas como instrumentos para reducir la contracción de créditos en las zonas rurales, pues, en ese entonces, la mayoría de los bancos no atendía a los agricultores y los que pocos que lo hacían, lo hacían con tasas de interés altísimas. Después, se demostró que los créditos otorgados por las cooperativas fueron clave para modernizar sus métodos de producción y ganar acceso a mercados para sus productos.
Al mismo tiempo otro reformador social, llamado Schultze-Delitsch, inventó un modelo similar para la gente de los pueblos, en especial a artesanos y pequeños comerciantes, a los cuáles se les proporcionó créditos para sobrevivir en los vertiginosos cambios y depresiones frecuentes que acompañaron a la revolución industrial.
Lo mismo ocurrió en EEUU, durante la Gran Depresión de 1930, en donde el gobierno configuró una cooperativa bancaria, durante el llamado “New Deal” (Nuevo Acuerdo), para proporcionar créditos agrícolas vitales, y en este contexto se emitió la llamada Ley Federal de Uniones de Crédito, cuyo objeto consistía en “estabilizar el desequilibrado sistema financiero global”.
Uwe Fröhlich, Co-CEO, del DZ Bank, me explicó que, de las entidades financieras, las cooperativas fueron las que menos sufrieron en la gran crisis financiera de 2007/8 y también las más resilientes; y con orgullo me comentó que, en el caso del DZ Bank, éste no ocupó de un rescate bancario del gobierno, como sí lo hicieron muchas entidades de la banca comercial. Una publicación de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) denominada “Resilience of the Cooperative Business Model in Times of Crisis”, nos permite concluir que el caso del DZ Bank no fue único, sino que proporciona evidencia histórica acerca de que las cooperativas son buenas en una crisis, y con base en ello afirma, sin temor, que seguirán siendo buenas en lo subsecuente. La crisis actual generada por el covid-19 no tendría porque ser la excepción.
En este trabajo, la OIT, analizó el argumento de que los bancos cooperativos, que en México conocemos como Cooperativas de Ahorro y Préstamo, son más eficientes en mantenerse durante una crisis bancaria y en recesiones económicas, en comparación con las entidades financieras, propiedad de accionistas, y concluyó que las cooperativas se encuentran en una posición inusual de fortaleza, que no se ven dañadas por las crisis bancarias, y que mantienen un gran crecimiento debido a que los clientes abandonan la banca comercial, muy desacreditada, para formar parte de aquellas; por ejemplo, durante la crisis de 2007/8 hay evidencia de un incremento en la facturación de las cooperativas financieras. En la segunda parte del reporte de la OIT, se manifiesta que las cooperativas son herramientas eficientes para alcanzar 2 metas fundamentales durante una crisis: inclusión financiera y creación de empleo.
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